El fútbol es de todos y de…¡TODAS!

Artículo publicado en www.racinguismo.com que, a su vez, incluye un viral artículo de Toni Padilla en ARA.cat con el que AUPA está plenamente de acuerdo y en consonancia.

El fallecimiento de una joven iraní de 30 años, Sahar Khodayari, ha conmocionado al mundo del fútbol. Se prendió fuego delante del palacio de la justicia de Teherán después de conocer que la fiscalía pedía para ella seis meses de cárcel por intentar acceder a un estadio disfraza de hombre para ver un partido de su equipo.

La FIFA se ha mostrado muy tibia en este asunto. El movimiento Open Stadiums está luchando por los derechos de la mujer en Irán exigiendo el fin de este veto absurdo que también sucede en otros lugares del mundo.
Reproducimos a continuación, con su consentimiento, un artículo de Toni Padilla publicado en ara.cat con el testimonio de una de las mujeres que encabeza esta lucha en Irán.
“Por explicar estas cosas me podrían caer 15 años de prisión”, pero Sarah perdió el miedo hace unos años cuando se integró al movimiento Open Stadiums para reclamar que las mujeres puedan entrar por fin a los estadios de fútbol de su país, Irán. “No hay ninguna ley escrita que lo prohíba, pero los líderes religiosos creen que no es adecuada la presencia de mujeres en los recintos deportivos, y los políticos no hacen nada”, explica en Barcelona ​​donde está para contar el trabajo que desarrolla su asociación. De paso, aprovechó para ir a ver al Espanyol, ya que su pasión es el fútbol.

“Seguramente Irán es uno de los países en el que más mujeres siguen el fútbol porque allí es un símbolo. Queremos entrar en los estadios. En el Mundial de 2018 miles de iraníes fueron a Rusia para ver la selección en directo. Fue bonito, pero la televisión iraní censuró las imágenes”, explica.
Sarah no es Sarah ni quiere que le hagan fotografías para evitar represalias cuando vuelta a casa. “Ya me han interrogado otras veces, me han intentado asustar”, dice, y nos cuenta la historia de Sahar Khabazi, una mujer de 29 años que, como tantas otras, se disfrazaba de hombre para poder entrar en el estadio: “Era aficionada del Esteghlal, el equipo que también sigo yo. Intentó ver un partido de Champions en el estadio pero la pillaron. Pasó dos días en la cárcel y cuando supo que la podían condenar a seis meses se quitó la vida prendiéndose fuego”. El caso de la Sahar dio la vuelta al mundo, aunque la prensa del régimen intentó negar esta versión de los hechos cuando hizo públicas unas declaraciones en las que el padre de la Sahar afirmaba que su hija se había quitado la vida porque tenía problemas psicológicos. “El padre habló para la prensa oficial, pero nadie lo culpa a él. Le dijeron un jueves o un viernes que su hija había muerto, pero no se le explicó el cómo hasta el lunes. Hay que conocer el contexto. Al padre le dijeron que no le devolverían el cuerpo si hablaba con la prensa internacional, pero todo el mundo ha entendido lo qué pasó en realidad. No se han de estigmatizar las enfermedades mentales; Sahar sufrió mucho. No es fácil estar en la cárcel, ser interrogada “, dice Sarah.

En Irán, un país de larga tradición deportiva, antes de la Revolución Islámica de 1979 las mujeres podían ir al fútbol. “Pero luego se prohibió. Es un caso de segregación. Los hombres no pueden entrar a ver partidos de mujeres, que los hay, y las mujeres no pueden ver partidos de hombres. Con todo, hasta hace poco las mujeres podíamos ir con nuestros amigos y familiares a ver partidos de voleibol. Hace poco también lo prohibieron y fue un momento clave. Muchos jóvenes nacidos después de 1979 no se cuestionaban esta norma, ya que habían crecido con ella. Consideraban normal que las mujeres no pudieran entrar a los estadios a ver fútbol pero sí voleibol, ya que lo habían visto siempre así. Una vez nos quitaron el derecho a ir al voleibol, muchos hombres vieron que la norma no tenía sentido. No me he encontrado a nadie por la calle que no nos apoye “, asegura.
Según Sarah las autoridades religiosas “oprimen a las mujeres porque las quieren fuera de la opinión pública”. “No quieren mujeres en los estadios porque no quieren mujeres libres. Saben que si podemos ir, después exigiremos más derechos”, comenta Sarah con tono seguro, mirada directa y un inglés perfecto. “El problema es que como no hay ley, se inventan los motivos para perseguirte, como que haces propaganda contra el régimen o que vistes de forma indecente”, añade. Es una lucha diaria en un estado con dos caras. “La imagen que transmite el régimen no es la imagen real de Irán. La mayoría de la gente nos apoya”, dice Sarah, que asegura que nunca ha entrado en un recinto disfrazada, pero tiene amigas que han pasado por los calabozos de los estadios cuando las han pillado intentando entrar en los partidos vestidas de hombres. “Nuestro movimiento busca que se hable de este caso. Hemos hecho manifestaciones fuera de los campos, nos han pegado y perseguido. Pero necesitamos presión desde fuera”, dice. Y desde fuera, la presión podría hacerla la FIFA.

Estos días, de hecho, una delegación de la FIFA se reunió con el viceministro de Deportes y Juventud y con miembros de la Federación Iraní. “La gente está equivocada. Esta reunión no se ha hecho a raíz de la muerte de Sahar. Ya estaba pactada desde hacía meses, para que se permita que las mujeres puedan ir a ver el 10 de octubre un partido de la selección iraní contra Camboya. La idea es reservar una parte del estadio sólo para las mujeres, pero estamos decepcionados con la FIFA. Se debería amenazar con sanciones para lograr cambios. Y no veo cambios en la liga iraní ni en la Champions. Algunas mujeres podrán ir a ver a la selección, pero subirán en un autobús sólo para mujeres, las llevarán a una zona sólo para mujeres, fuera del campo, y verán el partido solas en un espacio reservado”, explica poco optimista con la posibilidad de que haya cambios a corto plazo. “Si con un suicidio no se hacen cambios, no hay sanciones, ¿qué más tendrá que pasar? Habrá que seguir luchando”.

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